Sin duda, de nuevo aquella noche era la estrella de la fiesta. Nadie podría nunca competir con ella y, sin embargo, todas las mujeres de la sala lo intentaban en vano.
No sé... la verdad no era que fuese gran cosa. Pero su piel blanca, tan blanca como la nieve, o la porcelana, penetraba en los ojos y no dejaba ver más. Pensé tiempo atrás, que nunca lo conseguiría... Sus labios no eran para mí. Así que llegado un momento, dejé de soñarla. Pero un día en la playa, se acercó despacio, llevaba un bikini rojo sangre liso, y simplemente, cuando quise escapar, me besó.
Desde entonces, no he dejado de seguirla, como un niño al que se le cae una peonza y, de repente, se da cuenta de que odia que el mundo gire todo el tiempo.
"... Solamente entonces yo despertaré del infinito..."