jueves, 11 de octubre de 2012
CARIBÏAIDD GLAS
Caribbean blue es la última isla al final del fin del mundo. Colores mágicos acompañan a la brisa que surca sus desiertos y la luz del sol se columpia entre nubes de algodón. Los niños no se esconden en los días de lluvia, porque cuando cae agua del cielo también caen pequeñas hadas que cubren las verdes praderas de estrellas plateadas. De esas que cumplen tus deseos más inesperados. No hace falta que las mires o que las des cobijo en tus manos. Simplemente deja que estén ahí. Pero los días más hermosos de este viejo viajero sin rumbo son los atardeceres nublosos, donde todo está en calma y las noches oscuras duermen en un eterno sueño sin que ningún capitán vele por ellos. Como si de repente todos olvidasen que realmente existe un timón. La niebla es el aliento de las perlas bajo el mar, y asciende tan lentamente hacia el firmamento que el paraíso tiene que tirar de ella antes de que este desaparezca por completo tal como el oasis que es. Caribbean blue no es más que el impulso de cada cohete que con sus fuegos artificiales da la bienvenida a un verano interminable. Un gran paquete lleno de sorpresas. Una luna enorme que explota cuando se ve llena y que, siempre acompañada por lobos que no dejan de aullar; baila, rueda una y otra vez, por toda la alfombra que hay ahí arriba sobre nuestras cabezas y que nunca, nunca... se deja atrapar.
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