domingo, 19 de mayo de 2013
Die dam en die liefde.
Hoy ha salido el sol, y como un pájaro dorado, se ha posado en el descuidado jardín de una casa vieja. La hierba es tan alta y espesa que cubre parte de su cuerpo. Esto al gran astro no le gusta, pues nadie debe cubrir las estrellas con un manto de seda verde. La luz, como el ser humano, necesita respirar...
Pero el jardín está abarrotado de arbustos, flores, árboles. Un sauce que baila al son de una música imaginaria, dos rosas amantes, fresas dulces vestidas con su traje rojo de fiesta. Y allí al fondo, un lago.
Entonces te acercas a él, siguiendo un camino de baldosas amarillas, y descubres a una ninfa bañándose entre las aguas cristalinas. Su rostro se refleja en cada lágrima que derrama el cielo.
El sol se ha ido para dar paso a una luna de plata, que no consigue llegar a la oscuridad plena. En cambio, sí es completamente negra la piel de esa mujer...una pequeña diosa de ébano. Su cabello se vuelve completamente liso ahora que está mojado, y sus ojos contrastan con este de una forma especial. Son grises, como el pelo de un armiño, de un lobo, de la niebla que en los días de invierno no deja ver el horizonte.
Todo es extraño cuando el tiempo se para, cuando miras a tu alrededor y la soledad te envuelve. Está protegiéndote del peligro, del amor. Así que no temes a la ninfa que sale del agua y se dirige hacia ti. Piensas cómo le dirás orgulloso que no te puede hacer daño, y sumergiéndote en tus propios pensamientos, no te das cuenta de que la muchacha te traspasa. Crees aliviado que se ha ido, mas de pronto caes desplomado al suelo. Hay algo dentro de ti....No sabes muy bien lo qué, pero en seguida encuentras la respuesta...Estás muerto.
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